«Roma» es el disco que empezamos a componer después de publicar «Bestiola», allá por 2009. La idea era hacer un homenaje a las ruinas y los restos arqueológicos, a todas las cosas viejas, y cuanto más viejas mejor. Porque cuanto más duran las cosas, más nos gustan. Frente a todo lo joven, lo nuevo o lo efímero, queríamos reivindicar lo viejo, y demostrar que las antigüedades no tienen porqué ser solamente algo evocador y solemne; también pueden resultar entretenidas y muy divertidas.
Decidimos el título del disco cuando hicimos un viaje a Roma en 2010, y determinamos que el disco tenía que ser como la ciudad, con esa acumulación de edificios y ruinas de distintas épocas, todo amontonado y caótico, como la casa de un acumulador compulsivo. No queríamos usar las estructuras, los temas y los adornos clásicos del pop. Nuestra intención era inventar para cada canción su marco, su estructura, sin los moldes tradicionales de las canciones pop. Por eso hay largas codas, desarrollos instrumentales extemporáneos, cambios chocantes, y también hay caos, acumulación de cosas sin jerarquía o sucesión de cosas sin orden previsible. También queríamos construir un escenario para cada una de las canciones para que fueran como distintas películas: una de aventuras, una de monstruos, una de espías, un biopic, un drama histórico, y también un musical.
En 2011 nos sucedieron dos cosas a la vez: la distribuidora de Austrohúngaro nos abandonó, devolviéndonos todo el catálogo, y la Fundació Joan Miró de Barcelona nos invitó a participar en una exposición colectiva. Hicimos que todas las cajas llenas de discos que nos devolvían las llevaran al museo, y allí construimos con todas ellas una mastaba, una especie de pirámide en ruinas, hecha con las ruinas del sello. Todo esto dentro de una instalación pseudo-arqueológica que dedicamos a Terenci Moix y a su obsesión con el antiguo Egipto. Grabamos para esa instalación la canción «Moix», y así empezó a tomar forma lo que es este disco.
En 2012 aparcamos el proyecto de «Roma» para llevar a cabo nuestro homenaje a Alan Turing en el centenario de su nacimiento, que terminó publicándose con el título «Un dígito binario dudoso». La exagerada acogida de este disco nos dio mucho trabajo, presentándolo en directo en salas, teatros, simposios científicos y festivales de verano, llevándonos incluso a México para hacer algunos conciertos.
En verano de 2014 nos salió la oportunidad de volver a Roma y pasar una semana en la Real Academia de España, donde se alojan desde el siglo XIX artistas españoles becados. Dedicamos esos días a terminar todas las canciones que teníamos empezadas. Acabamos de darles forma solamente con un piano, sin instrumentos electrónicos. De esta manera pudimos fijar claramente sus estructuras caprichosas y terminar las letras. Las ensayábamos cada día, y el último día de nuestra estancia las presentamos en un recital abierto para probarlas con público. Por otro lado, en «Roma» hemos usado más que nunca el piano, y aprovechamos nuestra estancia en Roma para grabar los dos pianos de la Academia: un gran piano de cola y un antiguo piano del siglo XIX que estaba en un rincón, totalmente desafinado.
Al final el álbum es una colección de canciones empezadas en diferentes épocas, con partes recientes y otras antiguas o reconstruidas. Las canciones tratan sobre cosas eternas, o que parecen eternas, como Roma, o que lo parecían, como Elizabeth Taylor, o simplemente sobre cosas antiguas o viejas, como las personas viejas o el siglo XIX. Hay canciones sobre rumores lejanos y cosas que no acaban de entenderse, como jeroglíficos sin traducir, o cosas que suenan como un ruido de fondo o una tormenta lejana.